Loma de Cabrera, Dajabón, R.D. – En la política dominicana, el fin de un proceso electoral suele marcar el inicio de una etapa de ajustes, realineamientos y, lamentablemente, desencantos. Para muchos dirigentes y líderes locales que entregaron tiempo, recursos y lealtad a sus candidatos, la victoria electoral no siempre se traduce en el respaldo esperado.
En diversas provincias y municipios del país, se escuchan las mismas quejas: promesas incumplidas, distanciamiento de figuras que antes buscaban apoyo en cada rincón, y una ausencia de protección política hacia quienes fueron piezas clave durante la campaña. Lo que antes era cercanía, hoy se convierte en silencios prolongados y llamadas sin responder.
La dinámica de la deslealtad política
El fenómeno no es nuevo. Analistas señalan que, en la cultura política dominicana, es frecuente que tras las elecciones los ganadores se rodeen de nuevos círculos de confianza, muchas veces desplazando a quienes forjaron el triunfo desde las bases. Esta práctica, además de injusta, debilita la estructura partidaria y desmotiva a la militancia.
Líderes comunitarios denuncian que, sin una protección política real, quedan expuestos a retaliaciones de adversarios, marginados de los espacios de decisión y sin acceso a oportunidades que les permitan continuar su labor social. La lealtad mostrada durante la campaña parece evaporarse con la última papeleta contada.
Impacto en la democracia local
La falta de reconocimiento y respaldo político tiene consecuencias directas en la gobernabilidad. La militancia, al sentirse traicionada, pierde interés en involucrarse en futuros procesos, debilitando la capacidad de movilización de los partidos y erosionando la confianza en los líderes. Este distanciamiento entre las cúpulas y las bases alimenta la percepción de que la política se limita a un ejercicio de intereses personales y no de compromiso colectivo.
Un llamado a la coherencia
Expertos en gobernanza y participación ciudadana sostienen que es urgente promover una cultura política donde la lealtad y el compromiso sean recíprocos. Esto implica garantizar a los dirigentes locales un acompañamiento sostenido, espacios de participación en las decisiones y la seguridad de que su trabajo será valorado más allá del período electoral.
La historia reciente demuestra que la deslealtad política deja cicatrices difíciles de borrar. Reconocer, proteger y respetar a quienes trabajan incansablemente por un proyecto no solo es un acto de justicia, sino también una inversión en la estabilidad y fortaleza de la democracia dominicana.
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